viernes, 23 de marzo de 2012

Una joven violinista en la Universidad de La Plata

Lejos de las tierras chubutenses que la vieron nacer, la joven Natasha Aluffi Monzón, de 16 años, se está acostumbrado, de a poco, a transitar por los pasillos de la facultad de Bellas Artes de La Plata , en donde cursa Dirección Orquestal. Siempre con un violín a su lado, amigo infaltable desde los siete años, edad en la que empezó a tocar, decidió rendir libre las últimas doce materias del colegio para adentrarse completamente en el mundo de la música. Hoy es la alumna más joven de la universidad.



En el colegio, de su natal Lago Puelo, al noroeste de Chubut, eran, en el último año, nada más que 10 estudiantes cursando. Ahora, sólo en una comisión, son 40 alumnos, y confiesa que eso la “impactó”. Su mamá, Andrea, la acompaña desde que llegó hace tres días a esta ciudad. “Entré con mi mamá por primera vez a la universidad. Empecé a caminar por los pasillos llenos de gente, y todos miraban. No sé si es porque les parecía chica, o porque estaba con ella”, dice y señala a su mamá que interviene: “Es por la cara de perdida que tenías”, y ambas sonríen.

La integración en la facultad, no es sencilla. “Siempre me manejé dentro de ámbitos con gente mayor a mí. Pero hablan en distintos códigos, y eso es un poco raro”, dice. Hace tan sólo cuatro días que empezó el curso de nivelación, que- según cuenta- le resulta fácil debido a los conocimientos previos que tenía. “Aprovecho para disfrutar porque después se viene con todo”.

El último concierto que dio, el 12 de diciembre pasado, estuvo cargado de emoción. Todos lloraban, ya que joven violinista les había comunicado que su deseo máximo era marcharse para poder perfeccionarse. Admiradora del violinista Xavier Inchausti, sueña con poder vivir de tocando el instrumento que le gusta. En los recuerdos y objetivos pendientes, está un viaje a Suiza para poder estudiar allí.

“No se puede decir que tenga un don”, dice. Andrea, al instante, se explaya: “Natasha es muy buena porque siente lo que hace. Lo que quizá llama la atención es el talento y lo buena persona que es. Lo otro es que alguien tan chico tenga tan claro lo que quiera, y tenga la perseverancia para lograrlo. Que se aguante estar a 2000 kilómetros , en pos de hacer lo que quiera, no es fácil”.
 
Esa perseverancia y avocación, la llevó a tomar decisiones difíciles.  “Sí, tengo amigos de la primaria. Pero me dediqué a estudiar. Fue lo que quise y no me arrepiento”. Es que además de rendir libre las materias, seguía estudiando en paralelo música.

Aparte del violín, Natasha toca el piano, la guitarra, la flauta, y sabe algo de percusión. Tiene tres hermanos: una de 11 años, y dos gemelos de 14; además de una media hermana por parte de su papá, de 26.  Ellos también tocan diversos instrumentos musicales, aunque la joven aclara que “no fue por imposición”.
 
Desde hace más de cinco años Andrea solventa a su familia sin ayuda. Para ello se las ingenió realizando tareas que en a la distancia, pueden sonar extrañas, como criar jabalíes. Además, trabajó en la dirección de turismo y, actualmente, vende tortas galesas en la feria regional y algunos negocios. Eso forma parte de la historia de su hija, y así lo remarca.

En la casa de los Monzón, la televisión queda relegada. “No me hables de Internet”, bromea Andrea. Hasta los ocho años Natasha no tuvo computadora, ni televisión, y el celular llegó mucho más tarde. La calefacción, además, era a leña. Cuando llegaron a Lago Puelo en 1988 ni siquiera había asfalto, y apenas gente: en 1991 había sólo 911 habitantes. La música se siente, ya que el padre es también guitarrista.

Es la última tarde, antes de partir de Andrea. La distancia entre ambos lugares, la asusta un poco. “Tardás un día en llegar y eso sin conseguís pasajes rápidos y si no explota ningún volcán”, dice. Pero no se cansa de repetir que confía mucho en su hija: “Sé como responde cuando quiere algo y es un chica muy responsable”.

El Albergue universitario
Natasha Aluffi Monzón, con sus 16 años, llegó a la Universidad de La Plata , por la posibilidad que le brindó el albergue universitario, que ofrece a estudiantes del interior en situación económica vulnerable, alojamiento y comida gratuita. Otro de los parámetros de selección, es el rendimiento académico.

Además de Natasha, hay otros 69 estudiantes más: 28 de la primera camada y 41 nuevos huéspedes. El predio ubicado en la localidad de Beriso,  de 7.337,59 metros cuadrados , empezó a funcionar hace un año.

Luciano Agustín Ibarra, es otro de los nuevos estudiantes, y optó por la carrera de odontología. Su padre es profesional textil, pero actualmente está desempleado. Para sus 18 años, le regaló un dinero, que sumado a los ahorros que ya tenía, pensó en gastarlo en un alojamiento. “Con lo que tenía podía tirar un tiempo. La noticia del albergue nos salvó a mi papá, y a todos”, comenta. Por Internet y viendo pensiones encontró el lugar.

Con menos de una semana de llegados, los 30 chicos que ya arribaron, compartieron una salida. “La convivencia es 100% buena”, dice y recuerda que el fin de semana pasado fueron todos a comer helado.
“La condición es que realmente tengan la necesidad económica. Además, cada año, debe completar 14% de la cursada de la carrera para que se renueve la beca”, dice Bárbara Mena, directora del albergue. Y agrega: “Es importante la diferenciación en base al mérito, y dar un apoyo sólido a los estudiantes que se esfuerzan”

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