miércoles, 7 de marzo de 2012

Jugar a ser barra brava


“A ese que está ahí le dicen el Futu porque nació con la barra”, cuenta Gustavo más conocido como Yoshi, por su parecido, de chico, con uno de los personajes de Mario Bros. El Futu era muy chico cuando empezó a ir a la cancha y por eso el apodo: representaba el futuro. Ahora es una de las voces fuertes. Su antigüedad en el grupo le da una posición de jerarquía.

La lluvia es intermitente y los líderes de la Muerte Blanca Buenos Aires, los barra bravas del equipo ecuatoriano Liga de Quito, se refugian bajo la cobija de un techo alto. “Lluvia significa suerte; vamos a ganar”, dice uno. Otro lo replica: “No, lluvia significa gripe”. Todos ríen por la ocurrencia. Marco, referente principal de la barra, ofrece paraguas con los colores del equipo. El aguante lo hacen enfrente al hotel Cesar Park, donde están alojados los jugadores.
-¿Ya hablaste con los cerdos?- pregunta Marco
- Ahorita estoy de vacaciones hasta las 17.30- bromea el Futu
Poco tiempo después arregla con un patrullero para que custodie el colectivo que los trasladará hasta Avellaneda para observar el partido de vuelta de su equipo contra Independiente por los octavos de final de la Copa Sudamericana. Son alrededor de 60 hinchas y por el traslado ida y vuelta en el colectivo escolar pagan 30 pesos, aunque también incluye extras. “Un trago de bienvenida”, dice Andreita, la novia del metódico Marco que hace subir uno por uno a los hinchas mientras controla que estén en su lista donde tiene apuntado aquellos que pagaron y aquellos que no. El trago es vino con coca, lo que en Ecuador se llama Calimoncho.
No viajó ningún hincha desde Ecuador por el partido. Los que están son todos ecuatorianos residentes y, en su mayoría, estudiantes. Marco con sus 22 años estudia Relaciones Internacionales en la Universidad de Belgrano. El Futu se llama en realidad Diego Chamorro, licenciado en letras quien actualmente cursa una maestría en literatura en la Universidad de Buenos Aires. Yoshi estudia marketing en la Universidad de Palermo, e Iván es músico. Son cuatro hombres que en el colectivo mismo se transforman. Yoshi que hasta el momento había estado tranquilo se queda con una pechera de la Liga y empieza a alentar. Marco golpea el bombo. El Futu da un discurso más propio de un dirigente político: “Me da mucho gusto ver las mismas caras, y algunas nuevas”, dice, aunque no todos están escuchando. Inmediatamente Iván, con voz firme y alta, los calla: “Más respeto que el Futu está hablando”.


Los cuatros primeros asientos del colectivo están reservados para ellos. Falta poco para que el plantel de Liga parta para la cancha, y Marco dice: “El equipo ya está por subir al bus. Que sientan el aliento. Cantemos”.
Al unísono todos entonan el himno del equipo:
“Yo te daré,
te daré Liga hermosa,
te daré una cosa,
una cosa que empieza con C...
con A... con M.... con P.....
con E....con O..... con N....
LIGA CAMPEÓN!!! ”

La emoción se hace sentir. Algunos golpean el techo. El colectivo de la hinchada parte antes que el del plantel porque prefieren evitar ser un “blanco fácil”. Marco advierte que al llegar a Avellaneda, incluso, se van a tener que agachar porque es posible que los hinchas de Independiente les tiren piedras. Los cánticos siguen, y el colectivo empieza su marcha hasta la cancha.
El alcohol pasa de mano en mano, pero pronto se acaba, aunque los líderes dejan de un vino de reserva. “Hay que hacer refill aquí”, bromea uno de los hinchas. “Si quieren otro trago, la próxima pongan más de $2”, dice Marco. Dos hinchas sacan por la ventana la bandera de Ecuador. “Nosotros queremos que Fox Sports (canal que transmite el partido) cache la bandera. Hay que mostrarse unidos”, cuenta Marco.
Hay un hincha que está muy cerca de los líderes, y está más exaltado que los demás. Es conocido allí porque siempre provoca tensiones. Empezó a tomar alcohol mucho antes que los demás. De cuerpo fornido, grita los cánticos de la Liga con una voz que parece salirle del alma. Al poco tiempo, se pelea con la novia de Marco, y con Iván. Los líderes le dicen que se vaya para atrás, pero él sigue discutiendo con Iván. “Ya, no molestes. ¿Quién te va a correr a ti?”, dice Yoshi, haciendo alusión a la imposición de su físico. Es, por lejos, más grande que los demás. Hace caso y se queda callado y, en seguida, trata de pedirle disculpas a Marco. Le toca el hombro, en signo de reconciliación. Pero el líder es contundente: “La próxima vez que me toca, le doy una puñeta”, le dice a Iván.
Llegando a la cancha, Marco reparte bengalas. “Escóndalas y no hagan que los revisen. Si le encuentran a uno, después nos van a revisar a todos”, dice. Él se guarda la bengala en el boxer. Angie Cavero, otra hincha, guarda una en la cartera y otra en sus botas.
“No sirve la pasividad en este tipo de cuestiones”, expresa el Futu. Alguna vez tuvo sus encuentros con otras barras. Cuando el equipo juega de visitante se le asigna por ley un porcentaje de las entradas que se le da a la comisión directiva del otro equipo y éste les regala las entradas a la barra brava. La última vez que jugaron contra Independiente no pagaron. En cambio, ahora, deben abonar 50 pesos. Es que la relación entre los dirigentes de ambos clubes se ha complicado.
            El colectivo llega a Avellaneda. Nadie tira piedras y hay vías de entrada diferencias para los dos equipos. Los hinchas compran la entrada, y se disponen a entrar a la cancha. Allí está la policía, en teoría, para controlarlos.
-¿Mamita qué te pasó, te tiraste un tarro de pintura en el pelo?- pregunta un policía provocando a Andrea, la novia de Marco, quien tiene el pelo azul.
-         No seas hijo de puta- le contesta
-         ¿Me hablás a mí?
-         No, ni te conozco

Los policías casi no revisan. Todos pasan rápido. Sólo a Angie le descubren la bengala de la bota y se la sacan aunque, curiosamente, no la de la cartera. Las escaleras para acceder al estadio están mojadas producto de la lluvia. Al subir en una de las paredes Marco dibuja el escudo de la Liga. Empiezan los preparativos.
            Hacen 10 grados, pero los hinchas de Liga parecen no sentirlo. Marco se saca la camiseta, y empieza a colocar las banderas. En la cancha hay una decena de hinchas más del equipo, pero prefieren mantenerse alejados de la barra. Hay mucho espacio, para los 70 hinchas que están. Marco pide que se junten todos, pero no lo logra.
Luego de 25 minutos, todas las banderas están colocadas. El equipo sale a la cancha y, tal lo pactado, en ese instante, lanzan las bengalas.
La Liga pierde el partido por un gol, pero igual pasa de ronda ya que en el partido de ida se había impuesto por dos goles. La hincha emprende la vuelta en el colectivo; están todos más tranquilos y cansados. “ Señores se portaron de calidad”, dice Marco. 
La parada final es el Cesar Park. “Yo no salgo a festejar, mañana rindo un parcial” dice un hincha. Todos se van rápido. Sólo quedan los cuatro enfrente al hotel que esperarán por el equipo con el vino que quedó.

No hay comentarios: