sábado, 23 de junio de 2007

Mi Buenos Aires querido

La instancia del baile porteño llamado “elección” llegaba a su fin. Los participantes durante semanas practicaron pasos a efectos de poderse lucir, y ya no había tiempo para más. La cita comenzó con demora, ya que los participantes debieron concurrir caminando por haberse quedado sin combustible en sus vehículos.

Un señor de saco desprendido a efectos de incentivar al gran jurado, insinuó sutilmente si podían pasar un conocido y pegadizo tango, con algunos pequeños retoques en su letra. De tal manera por los parlantes se escuchó: (...)“Que 20 puntos no es nada, que hay que forzar la jugada, errante en la sombra, gambetear la derrota(...)”

Por fin la música empezó aunque en este caso también hubo que esperar por un inesperado corte de luz. Repuesto el servicio y retirados los bombos, que a ritmo de murga negaban una crisis energética comenzó el concurso final. Con hábiles desplazamientos por la pista, el ingeniero con la camiseta de Boca Juniors y su pareja esquivaban los proyectiles que desde la dirección del evento les tiraban. Al mismo tiempo que para cada uno de ellos tenía una supuesta propuesta.

El otro participante seguía al son de los compases, pero no de la música sino de los sones marcados por su jefe. Como el efecto provocado en el público parecía ser negativo, adoptó súbitamente la estrategia que tan buen resultado le estaba dando a su oponente. Por lo que empezó a recorrer toda la pista mostrándose al público y repartiendo un folleto con propuestas.

Durante el transcurso de la compulsa, llega al recinto una dama, a efectos de reforzar la hinchada. Claro está, que es la mujer del hombre de saco desprendido que recién arriba de su tour Europeo. Atentos siguen el resultado, ya que de el depende en gran medida, quien utilizara los pantalones durante los próximos cuatro años.

Al grito de" la ciudad no será entregada a la derecha", azuza el jefe de saco desprendido a su tropa, mientras verticalmente obsecuente acepta las mentiras pronunciadas por este, respecto a la titularidad de la basura y a la votación de ley de punto final y obediencia de vida. Miente, miente, que algo quedara, es el criterio elegido para tratar de achicar la brecha respecto a su adversario en la intención de voto.

Por orden de su jefe, el hombre de saco desprendido, dos señores de bigotes, mientras tanto empapelan con afiches agresivos la ciudad a la que paradójicamente prometen cuidar en su higiene. También, lupa en mano, recorren las universidades husmeando los títulos académicos.

Falta poco para que la ciudad retorne a su vida habitual. Pronto quedarán atrás tanto agravios como alianzas y nuevamente los participantes de siempre serán aliados o adversarios, según crea que les conviene para posicionarse mejor en el próximo baile. Una vez más la esperanza del gran público esperara ser satisfecha o defraudada por aquellos en quienes confiaron.

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